REINO DE LA VIDA
En estos días cercanos
a la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo,
en que la Iglesia
a través de la sabia pedagogía de su liturgia
nos invita a poner la mirada de la fe
en la consumación de los tiempos,
vamos a meditar en siete palabras.
El segundo adjetivo que utiliza el Prefacio de la Plegaria Eucarística
de la solemnidad de Cristo Rey, es el de REINO DE LA V I D A.
Esta expresión se halla muchas veces en el Evangelio. El mismo
Jesucristo se proclama como "CAMINO, VERDAD Y VIDA".
En estos días previos a Cristo Rey la liturgia nos invita a reflexionar
sobre las postrimerías, cuando el Justo Juez y Rey universal “ponga a todos sus enemigos bajo sus pies”.
Es justamente la VIDA ETERNA el mensaje central de este tiempo
preparatorio. Jesucristo es Rey de un Reino eterno y universal.
Y muy unido a ello encontramos a la EUCARISTÍA, como el Pan que da la
VIDA.
Leemos en el Evangelio de San Juan:
“Yo soy el Pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este Pan, vivirá para siempre; y el
pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.» Discutían entre sí
los judíos y decían: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?» Jesús les
dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre,
y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida
eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera
comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre,
permanece en Mí, y yo en Él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y
Yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. Este es el pan
bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para
siempre. (cfr. 6, 51-58)
Dice el Papa Benedicto XVI:
“El pan que yo daré es mi Carne para la vida del
mundo".
Con estas palabras el
Señor revela el verdadero sentido del don de su propia Vida por todos los
hombres y nos muestran también la íntima compasión que Él tiene por cada
persona. En efecto, los Evangelios nos narran muchas veces los sentimientos de
Jesús por los hombres, de modo especial por los que sufren y los pecadores.
Mediante un sentimiento profundamente humano, Él expresa la intención salvadora de Dios para
todos los hombres, a fin de que lleguen a la vida verdadera. Cada celebración
eucarística actualiza sacramentalmente el don de su propia vida que Jesús hizo
en la Cruz por nosotros y por el mundo entero. (Exhortación
apostólica Sacramentus caritatis)
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