Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

13 de noviembre de 2014

EL FLAGELO DE LA DROGA

"LA DROGA 

NO SE VENCE CON LA DROGA"

San Juan Pablo II - Papa Francisco

Sin abnegación, sólo hay esclavos. 

Educar en las virtudes.


                                      

La sociedad, en la actualidad, está construyendo un entramado social con graves problemas, pues al:

-Legalizar el adulterio con el divorcio, destruyó la familia.

-Legalizar el aborto, permite el holocausto más grande en la historia de la humanidad.

-El legalizar las drogas, significaría la destrucción de las futuras generaciones.

Insistir y advertir sobre las dramáticas consecuencias a las que conducen las drogas, no sería mas que abundar en algo que prácticamente todo el mundo conoce, pero quizá de lo que adolecen todas las campañas de información antidroga, es precisamente, de investigar e inquirir en las profundas causas que conducen a la persona a la drogadicción, así como de propuestas sanas que sean camino de vida para nuestras familias y de nuestros jóvenes.

La mayoría que cae en la droga, arriba como fruto de una serie de experiencias frustrantes, es la consecuencia final de una persona que no ha encontrado ningún asidero, ningún valor, ninguna meta u objetivo para su vida, porque su familia ha sido destruida por el "relativismo moral" de la sociedad "moderna".

Pero no todos los drogadictos son víctimas, hay también victimarios, que por haber entrado al infierno de las drogas, inducen a otros al vicio, para sostener su adicción, corno es el caso de los niños atrapados por los distribuidores de drogas a la salida de los colegios, crimen condenado por el mismo Cristo Ay de aquel que escandalizara a uno de estos pequeñuelos, más le valdría atarse una piedra de molino al cuello y echarse al fondo del mar (Mt. 18,6).

La drogadicción ha pasado en pocos decenios de ser de un uso relativamente restringido a ser un fenómeno de masas, que afecta en primer lugar, a los jóvenes, destruyendo sus vidas y truncando promesas, pues en ningún país hasta el momento, se ha logrado reducir o contener la droga, poniendo en peligro el futuro mismo de nuestras sociedades.

Efectos de las drogas.

Las drogas crean al mismo tiempo, pérdidas de atención y alteración del sentido de la realidad; fomentan en primer lugar, el aislamiento, soledad y, posteriormente la dependencia y desintegración con el paso a productos cada vez más fuertes; el toxicómano no vive más que para obtenerlas, y antes de robar en la calle, ya ha humillado seriamente su propio hogar; también él ha sido seriamente lastimado, ya no se le puede abrazar, no pertenece a ese lugar, será como un extraño. ¡Cuántas familias han sido expoliadas por sus propios hijos!

Los efectos de las drogas, varían de una a otra, sin que se puedan distinguir claramente en el plan farmacológico, una clase de "drogas blandas" de otra de "drogas duras", la cantidad consumida, la modalidad de asimilación y las eventuales asociaciones, constituyen factores decisivos, además de que nuevas drogas se introducen diariamente en el mercado, con nuevos efectos y nuevas cuestiones.

El trasfondo de la droga.

No es la droga lo que se cuestiona, sino los interrogantes humanos, psicológicos y existenciales implícitos en estas conductas; lo que hace la drogadicción, no es el producto, sino la persona que la consume.

Así encontramos historias terribles, llenas de rechazo, abandono, tristeza, soledad, violación, abuso sexual, pornografía, violencia, odio, resentimiento, vacío, sin sentido, celos, divorcio, gritos, hambres, angustias, llanto, desesperación, en fin, tantas cosas que conforman las culpas y las vergüenzas de nuestro ser, haciendo de la vida, un verdadero infierno.

El recurso de la droga, es síntoma de un profundo malestar, no entra en la vida de una persona como un rayo con cielo despejado, sino como una semilla que arraiga en un terreno preparado desde tiempo atrás, el joven carga en su corazón la historia de su familia, sus frustraciones, limitaciones y es esclavo de ellas.

Es en el corazón del hombre, donde se encuentra el verdadero problema, es la enfermedad del espíritu la que conduce a la droga, como recuerda el Papa Juan Pablo II: "Es preciso reconocer que se da un nexo entre la patología mortal (daño) causada por el abuso de drogas, y una patología del espíritu (daño espiritual) que lleva a la persona a huir de sí misma y buscar placeres ilusorios, escapando de la realidad hasta el punto de perder totalmente el sentido de la existencia personal".

El camino hacia la droga.

En la drogadicción juvenil estos problemas humanos ocupan el primer lugar. El joven tentado por la droga, tiene una personalidad frágil, inmadura, poco estructurada y ello está en relación directa con la educación que no ha recibido.

La mayoría de los especialistas en ciencias humanas, no se cansan de decir que la sociedad abandona a los jóvenes y a los niños, que no son atendidos ni respetados, y que el ambiente no ofrece los elementos sociales, culturales y religiosos necesarios, que permitan el desarrollo de sus personalidades.

Nos hallamos en un mundo en que el niño es abandonado demasiado pronto a sí mismo, no se le da la posibilidad de apoyarse en los adultos para madurar, así pues busca apoyos y cultiva diversas relaciones de dependencia como pueden ser la "banda" o la "pandilla" así como en distintos productos o en conductas de alto riesgo.

El niño, como el adolescente, carece del sentido del límite, especialmente en un mundo en el que se sostiene que todo es posible y que cada uno puede hacer lo que quiera.

Los padres .

Los padres se encuentran legítimamente preocupados, y generalmente, tratan de enseñar a sus hijos a distinguir entre el bien y el mal, pero se sienten con frecuencia perdedores frente a sus hijos, vencidos por aquello que por desgracia parece ser más fuerte que ellos, por el ambiente que resulta de esa "plaza pública" que son los medios de comunicación (radio, TV, cine, revistas).

Lo ideal sería que los padres se den cuenta a tiempo de que si hay en alguno de sus hijos, una conducta que sugiere el uso de drogas o que lo confirme, no debe ser pasada por alto, ni rehuirse, esperando que con el tiempo se supere; debe ser tratada con claridad, investigar la magnitud del problema, el tipo de drogas usadas, la forma de adquisición y el nivel de adicción.
Estos son los primeros grandes pasos que los padres deben dar: comunicarse, apoyar y buscar ayuda en especialistas.

Muchas familias actualmente, no tienen los cimientos de roca de que nos habla el Evangelio, (Mt.7,24-27) para resistir las tempestades; los padres a menudo, no son el ejemplo que deben seguir los hijos para aprender los valores de nuestra civilización cristiana.

La legalización de las drogas.

La legalización de las drogas implica el riesgo de efectos opuestos a los deseados. Fácilmente se admite que lo que es legal, también es normal y moral; mediante la legalización de la droga, no es ella la legalizada, sino los motivos por dramáticos o frívolos que sean.

Es necesario hacer algunas reflexiones: ¿hay que legalizar la droga, porque no podemos evitarla? ¿es aceptable crear una subclase de seres humanos que vivan a un nivel infrahumano, como vemos por desgracia que sucede con los que se drogan? ¿Hemos olvidado que para vivir, cada uno debe poder responder a algunos interrogantes esenciales de la existencia? ¿No reforzaremos ese olvido?

La drogadicción juvenil depende en primer lugar de la destrucción de la familia que ha sido herida de muerte con el divorcio, por la permisividad de las costumbres y la falta de educación y formación en las escuelas, tanto privadas corno gubernamentales.

No todos podernos hacer algo por un toxicómano, pero lo que sí podemos hacer, es reconstruir las familias a la luz de la Fe, de los valores humanos y cristianos que hacen de la persona un auténtico hombre o mujer de provecho.

La obligación del Estado.

Desde el momento en que el Estado legalizara las drogas, surgen gran cantidad de preguntas:
¿Estamos preparados a confiar desde el punto de vista profesional en las personas drogadictas?, ¿se les debe garantizar continuidad en su puesto de trabajo?, ¿Se asistiría sin temor al desarrollo de la criminalidad, los accidentes y las enfermedades relacionadas con estas adicciones? ¿dispone el Estado de los medios económicos y personales para hacer frente al incremento del problema sanitario que acarrearía inevitablemente la liberación de la droga? ¿De quienes estarían llenas las cárceles?

Ante estas cuestiones, el Estado tiene, en primer lugar, el deber de velar por el bien común. Ello requiere proteger los derechos, la estabilidad y la unidad de la familia.

Destruyendo al joven, la droga destruye realmente a la familia de hoy y a la del futuro. La drogadicción es en parte la razón del debilitamiento de la familia, de la ruptura de los hogares.

La experiencia de todos los que trabajan con especial competencia en el mundo de la toxicodependencia, confirma en forma unánime que el modelo de la familia que se funda en el amor auténtico, único, fiel e indisoluble de los cónyuges, sigue siendo el punto de referencia prioritario al que se debe acudir en toda labor de prevención, recuperación y renovación de la vitalidad de la persona. 

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