La virtud de la santa pureza
El ambiente
actual de frivolidad
que hace trivial toda relación afectiva,
el libertinaje
sexual y el pansexualismo,
unido a un mimetismo con el mundo
en la homilética y en la catequesis de la Iglesia
traen consecuencias muy serias.
Pareciera que el
sexto mandamiento de la Ley de Dios
ya no forma parte del Decálogo.
en la homilética y en la catequesis de la Iglesia
Leemos en el
Evangelio (Mateo 5, 8) enmarcado en las Bienaventuranzas el “programa” que
Jesucristo nos presenta para que, desde la base firme del Decálogo, todos los
mandatos de Dios adquieran vida plena en el cristiano que ha de caminar primero
por Amor y, dentro de ese amor al Padre, también por santo temor de Dios como
Don del Espíritu Santo. Así, el sexto mandato de la ley de Dios “NO cometerás actos impuros” toma una
especial fuerza afirmativa en el “SI
procurarás un corazón limpio” para VER a DIOS, o sea, gozar para siempre de
su presencia.
La referencia
magisterial clara de este tema de la santa pureza se encuentra claramente
explicitada en el Catecismo de la Iglesia Católica, en sus números 2331 a 2400.
Hay que
reconocer, con plena sinceridad, dos realidades que hoy dominan a la mayoría de
las conciencias en relación a este aspecto tan importante de la vida cristiana:
Una primera realidad “extra-eclesial”: el
ambiente actual (en occidente sobre todo que es donde vivimos) es de absoluta
imposición de la “cultura” frívola que trivializa del todo las relaciones
afectivas, y por ende íntimas y sexuales, convirtiendo éstas en un mero
ejercicio de libertinaje ajeno al compromiso. El erotismo como valor “cívico”
que hay que promover, a todos los niveles, ha destrozado y sigue destrozando
desde la educación de los adolescentes hasta la estabilidad matrimonial
privando a la misma de todo fondo de amor verdadero, de entrega mutua con
proyección de vida y familia. Vivimos hoy un ambiente “pan-sexualista” que
invade todos los ambientes y que a la vez señala con el dedo acusador a lo que
se resisten a ello con valentía, etiquetando de anticuados y retrógrados a
todas aquellas personas que procuran vivir de acuerdo con la ley natural y la
bienaventuranza divina.
Una segunda realidad “intra-eclesial”: por
complejo de inferioridad, mimetismo con el mundo, secularización interna, y
deformación teológica……..ha DESAPARECIDO casi por completo en las
predicaciones, catequesis, formaciones…..toda referencia explícita o hasta
implícita tanto al sexto mandamiento como a la misma virtud de la Santa Pureza.
Y esto es así, guste o no reconocerlo.
Antiguamente se acusaba a ciertos sectores de
la Iglesia de “rigorismo moral” en la catequesis sobre la sexualidad. Hoy el
rigorismo se cierne sobre los pocos que se atreven a predicar y formar las
conciencias sobre este aspecto de la vida cristiana. Y de aquí resultan
consecuencias muy preocupantes:
- La primera e
inmediata es que ha desaparecido el sentido de pecado en las conciencias.
Y sin
sentido de pecado, o si acaso desde una “rebaja” a venial de lo que es pecado
mortal (que incluye todo acto sexual fuera o antes del matrimonio como enseña
el catecismo), muchas personas reciben la Eucaristía viviendo situaciones
objetivas de pecado grave (como las parejas que conviven antes de casarse por
la Iglesia), y ello sucede porque NADIE les ha recordado la suciedad del pecado
y la belleza de la virtud.
– La segunda,
y unida a la anterior, es que se ha formado una “nueva conciencia moral” desde
una extraña concepción de “nueva Iglesia” donde, desaparecida la categoría de
“ofensa a Dios” se admite como moralmente válida toda actitud que, aunque sea
pecado desde la doctrina, se ajuste al consentimiento mutuo desde una
afectividad solo humana. Así, en no pocas catequesis se enseña que tener
relaciones sexuales antes del matrimonio NO es pecado si se tienen por AMOR. Y
que la catequesis ha de orientarse a la “pareja estable” pero NUNCA a la Pureza
como virtud.
– Hay una
tercera consecuencia que, por efecto a “terceros” quizás sea la más llamativa:
al abandonar la catequesis sobre la Pureza pues asciende de forma inmensa el número
de ABORTOS. La proliferación de la píldora del día después, por ejemplo,
consumida casi como una aspirina que quita el dolor de cabeza, hace que,
abierta la veda moral al sexo en libertinaje, se abre la veda a su vez a la
eliminación (asesinato) de seres humanos concebidos al dispararse la relación
íntima por capricho o por “amor” no comprometido aún bajo sacramento. Y desde
luego la promoción del preservativo (que si acaso rebaja algo la cifra de
abortos) no es jamás la solución ya que el libertinaje pide más libertinaje en
un increíble círculo vicioso nunca mejor dicho.
– Y, pudiendo
señalar más consecuencias, para centrarme en las fundamentales, la eliminación
de la FIDELIDAD como valor moral supremo en la vida matrimonial. Ya que quien
se acostumbra a no dominar su voluntad, por amor y desde el más limpio afecto,
tampoco lo hará tras casarse, pues encontrará siempre justificaciones de
conciencia para romper el amor prometido ante el Altar para toda la vida. Y a
los hechos actuales me remito.
Además del
aspecto espiritual de esta catequesis que es del todo urgente recuperar, hay
que recordar igualmente, desde una sana antropología, que la virtud de la
Pureza ayuda al ser humano a ser más educado (la chabacanería es propia del
vicioso), más generoso (el egoísmo es típico del impuro), más leal (la
infidelidad forma parte de la impureza) y desde luego más, mucho más FELIZ (la
tristeza y el aburrimiento son inherentes a la vida alejada de la castidad).
¿Qué hacer
pues?: de inmediato tener el VALOR de reconocer que SI hay que hacer algo, y
hacerlo sin que importe para nada la “calificación” del mundo. Es bueno
recordar que “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5,
29-31).
En primer
lugar recuperar la catequesis sobre esta preciosa virtud en nuestras
comunidades parroquiales, centros de enseñanza, movimientos……….pues si sólo lo
hacen algunos (como sucede hoy) entonces éstos serán tachados de “anticuados”
por no seguir a la “mayoría”. Y recuperar la catequesis con lealtad al
CATECISMO (valga la redundancia) donde se señala claramente lo que es pecado
mortal.
E incluir
siempre en la dirección espiritual la revisión personal de esta virtud. Y ello
lleva consigo una labor, sobre todo de parte de los sacerdotes, en la
confidencia y la preparación al sacramento de la confesión. Y aquí desterrar
esa FALACIA de que: “mejor es NO formar la conciencia para que así no haya idea
de pecado”…..(esto se oye a veces).
Mostrar la
virtud de la Pureza en toda su belleza y dignificación del ser humano y de la
relación de cada alma con Dios. Aludir expresamente a que vivir en Gracia de
Dios requiere necesariamente un esfuerzo moral en esta virtud que, sin ser la
más importante, ayuda a que la más importante (la CARIDAD) se viva con mayor
garantía de fidelidad y de fe.
Y por supuesto
orientar la devoción a la Santísima Virgen María, Inmaculada y Pura, como
remedio más fuerte para vivir esta virtud cuyo premio no es otro que “VER a
DIOS” como dijo Nuestro Señor Jesucristo en el Sermón de la Montaña.
Que sea Ella,
la Santísima Virgen María, la que nos ampare y guíe para recuperar en nuestra
vida cristiana la virtud que tan admirablemente vivió, junto a San José, y que
abrió la puerta a la encarnación del Hijo de Dios y Redentor de la humanidad.
(tomado
de un artículo del joven sacerdote sevillano Santiago González)
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