A propósito del Evangelio de hoy (domingo 16 de noviembre de 2014)
Un hombre salió de viaje, llamó a sus servidores y les
confió sus bienes.
A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió. (Mt. 25, 15)
A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió. (Mt. 25, 15)
“Tiene mucho talento” –decía una persona luego de admirar la obra de un gran artista-, deslumbrada
por su virtuosismo.
Y otra le replicó: “seguramente ha de ser un
hombre muy constante”.
Porque no basta el talento, que en algunos es cinco, en otros dos, y en otros uno. Es necesario la perseverancia, esto es: la
firmeza, la paciencia, la persistencia, la entereza y la tenacidad.
Los talentos recibidos hay que hacerlos
fructificar, y para ello es preciso crecer en las virtudes.
En las fotos: un ánfora griega (con un euro para comparar su tamaño) y una dracma griega (anverso y reverso)
NOTA
El talento (del griego talanton que
significa balanza o peso) era una unidad
de medida monetaria utilizada en la
antigüedad. Tiene su origen en Babilonia pero
se usó ampliamente en todo el mar Mediterráneo durante
el período helenístico y la
época de las guerras
púnicas. En el Antiguo Testamento, equivalía a cerca de 34 kg, y en el Nuevo
Testamento, a 6.000 dracmas, o lo que es lo mismo, 21.600 grs.de plata.
Esta unidad monetaria del
mundo antiguo es una de las que más fama ha adquirido dado que protagoniza una
de las más populares parábolas del Evangelio (De
los Talentos) Mateo 25:14–30, Lucas
19:11–27.
Un talento equivalía a la masa de agua necesaria para llenar un
ánfora griega. El talento a que alude el Evangelio equivalía al peso de 58,9
kg.
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